Cambiar un cielo por un Infierno
Por:. Carlos Beraún Di Tolla
En el vasto reino de las decisiones,
existe una verdad que pocos comprenden:
la prisa y la inconsciencia son verdugos
que asesinan nuestra propia felicidad.
Escucha esta historia, caminante,
la de un ángel que engañó al mundo entero.
Con alas de luz y sonrisa serena,
fingió ser pureza, pero ocultó un infierno.
Lucifer, el más radiante de los ángeles,
habitaba un reino de luz infinita.
El amor fluía en ríos de abundancia,
y cada deseo encontraba su cita.
Pero en su corazón, una grieta crecía,
un vacío que la luz no podía llenar.
No era amor lo que anhelaba,
sino poder, control y dominar.
Como semilla en tierra fértil,
la soberbia echó raíces en su ser.
Cegado por el brillo de su propio orgullo,
decidió que el cielo ya no era su querer.
“¿Por qué servir si puedo reinar?”,
murmuró en la oscuridad de su mente.
Y así, con un susurro de traición,
cambió el paraíso por un abismo ardiente.
Engañó a todos con su máscara de ángel,
mientras el rencor crecía en su interior.
Usó a los demás como piezas de un juego,
y en su frustración, sembró el dolor.
Pero no vio que, al traicionar a los otros,
se traicionaba a sí mismo también.
Cambió el cielo por un infierno,
y en las llamas, quedó atrapado para siempre.
¿No es este el reflejo de tantos mortales
que, heridos en su ego frágil y vano,
prefieren arder en las llamas de su orgullo
que admitir sus errores y cambiar su arcano?
Prisioneros de su propia soberbia,
construyen muros que los separan del amor.
Y en su afán de controlar el mundo,
olvidan que el poder no trae el resplandor.
Recuerda, caminante de la vida,
que el tiempo es un maestro sabio y paciente.
Te da tres oportunidades para aprender:
La primera llega como un regalo inocente,
la segunda exige sudor y lágrimas,
y la tercera… puede que nunca esté presente.
No cambies tu paraíso por un infierno,
no te dejes llevar por la prisa o el rencor.
Las decisiones apresuradas son cadenas
que pueden atar tu alma para siempre en dolor.
Elige con sabiduría, con calma,
pues cada elección es una semilla.
Y en el jardín de tu destino,
solo tú decides qué crece en tu vida.
Así termina la historia del ángel
que prefirió el abismo a la luz celestial.
No repitas su error, caminante,
pues el infierno no es lugar para un ser de bien.
El cielo no está en el poder,
sino en la humildad de reconocer
que el amor propio y el amor a los demás
son el verdadero paraíso que hay que proteger.
Fin.