Del Espejismo a la Iluminación

Carlos Manuel Beraún Di Tolla
2 min readNov 11, 2024

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Por:. Carlos Beraún Di Tolla

“Sucede que a veces la vida mata y el amor
te echa silicona en los cerrojos de tu casa,
o te abre un expediente de regulación,
y te expulsa del Edén, hacia tierras extrañas…”

(Ismael Serrano)

Renazco de mis cenizas, no como quien regresa, sino como quien descubre la vida por primera vez.

En el espejo astillado de mis fantasías,
donde yacen las ilusiones como destellos quebrados,
veo los retazos de quien anhelé ser:
acaso un arquitecto de sueños y sombras,
o quizás un alquimista de castillos de arena,
de espejismos que el tiempo, despiadado, ya desvanece.

La soledad, esa tejedora de silencios,
hiló sus en mi inconciente mentiras sutiles,
me llevó a erigir torres de cristal, frágiles y vacías,
reflejos que ocultaban ríos desbordados de carencias,
un teatro sin paz donde el eco del ayer
no hallará testigos.

Hoy mi alma despierta,
no con prisa, sino con la serenidad de quien ha tocado el fondo
y ha encontrado, en el abismo, la semilla de su renacer.
El dolor no me paraliza;
es un maestro que talla mapas en mi inconsciente,
de las rutas que alguna vez creí perdidas,
respuestas que brotan como flores en tierra fértil
de un nuevo ser.

En cada pensamiento que nace del sufrimiento,
en cada verso que fluye como un río de tinta,
descubro un valor oculto:
la alquimia de convertir espejismos en semillas,
sombras en cimientos de un nuevo amanecer.
Que estas palabras sean faros y senderos
para quienes, como yo, buscan la sinceridad en el caos.

Lo que dormía en mi interior, en quietud y silencio,
esa paz que mi alma aguardaba en plenitud,
hoy se alza como un fénix renacido,
de las cenizas de lo que fui,
de las llamas de lo que creí ser.

No hay derrota en reconocer una herida,
ni vergüenza en mostrar una cicatriz,
pues son marcas que trazan el rumbo,
hojas de un mapa que conducen a un nuevo camino,
a una raíz que se hunde en lo profundo de mi ser.

El fénix no teme al fuego,
porque sabe que de las llamas
nace su renacer.
Y yo, como él,
me levanto de mis cenizas,
no como quien vuelve,
sino como quien nace por primera vez.

Cada paso, aunque duela,
es un latido que sana,
un compás que ilumina el sendero
hacia la plenitud de ser quien soy:
un ser en paz, que prospera;
un ser completo, que se autoregenera;
un ser renacido, que construye una nueva vida.

Y en este renacer,
cada palabra es un canto,
cada silencio, un refugio,
cada respiración, un verso
que se eleva hacia el infinito,
donde el alma y el universo
se funden en un mismo latido.

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