Entre la ilusión y libertad.

Por Carlos Beraún Di Tolla

Carlos Manuel Beraún Di Tolla
3 min readOct 26, 2024
De emboscada y liberación

I.
Jamás hubo una presencia genuina en tu danza de hechizos y desencantos,
solo el susurro de una sombra que se desvanecía,
un eco que el viento borró sin dejar rastro.
Mientras fingías inspirar el nacimiento del amor,
escondías, con sigilo letal, la daga afilada de tus miradas calculadas.
Forjaste un espejismo en mi desierto árido,
un oasis que mi sed perseguía con desesperación febril,
solo para encontrarme perdido en laberintos de arena,
desolación, traición y con el amargo sabor del desengaño.

II.
Te construí con las astillas de mis huesos quebrados,
te moldeé con la arcilla de mis lágrimas amargas,
te vestí con promesas que nunca pronunciaste,
y en el abismo insondable de tu mirada,
caí prisionero de un misterio que nunca pude desentrañar.
Tú, fría como la piedra de una tumba en invierno,
ocultaste tu propósito bajo un velo de silencio impenetrable,
usándome como excusa para justificar tu ascenso despiadado.
me pisoteaste como un peldaño, creyendo elevarte,
mientras yo, con mis manos, te construía un cielo,
tú, con tus pies, me hundías en el lodo de tu infierno.

III.
Acercarme a ti fue una suma de retrocesos dolorosos,
cada mirada tuya, un disparo certero al corazón.
Caí, confundiendo tu hiel con miel,
mientras me hacía adicto al veneno de tu falsedad.
El vacío cavó en mí un abismo de ansiedad insoportable,
y al alejarte, creí perder todo sentido de vida.
Me perdí en la red de tu laberinto infinito,
creyendo que tu frialdad era un consuelo,
y la muerte, un refugio donde cobijarme.

IV.
Supiste, con tiranía maestra, torcer mis emociones,
como el viento que hace danzar las hojas secas,
me arrastraste en remolinos sin destino,
y sin piedad, me lanzaste al centro del fuego.
Fui el peón en tu vil ajedrez de apariencias,
el mejor pretexto en tu estrategia victimaria,
donde mi ruina era el escalón hacia el favor de los mezquinos.
Manteniendo falsas distancias, como un titiritero,
sostuviste tu nefasto personaje,
tejido con hilos de sombras hipocresia y engaños.

V.
Ahora, desde las orillas del después,
veo con claridad lo que no pude ver en su momento:
este encantamiento, esta negra traición,
fue solo un monólogo sin público,
donde, tal vez, fui el único actor,
el pretexto perfecto de tu justificación
como arma oculta entre las sombras,
creíste lograr un ascenso en tu oscura ambición.

VI.
Inútilmente intenté escapar de tu sombra,
intuí, al final, lo que se ocultaba tras
el enigmático y oscuro juego de tus seducciones.
Tu astucia, fría como el acero, me convirtió en el blanco,
perfecto para tus disparos a quemarropa,
mientras, con precisión despiadada, medías la cuerda
y aguardabas el instante exacto para lanzar el lazo,
con el que, finalmente, me ahorcaste.

Hoy, ya despierto del naufragio que significaste,
escribo estos versos como una lección de advertencia,
para los incautos que se adormecen con falaces ilusiones.
No olvidar que mantenerse en alerta protege el alma,
el propósito y la vida de las sombras de la manipulación,
el engaño y la traición.

VIII.
Este es el verso del después,
el que no escribimos juntos,
el que no vivimos,
el que no fuimos.
El que deja alguna cicatriz,
revelando la oculta verdad,
te arranca de las sombras
y te envuelve en la luz del valor de tu propia presencia.

Fin.

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